En vista del daño infligido por la República Popular China a los Estados Unidos, el peligro que representa y la interdependencia económica tóxica que ha creado, parece haber llegado el momento de que Washington rompa los lazos con Beijing.
Además de su larga lista de actos ilegales y prácticas desleales contra Estados Unidos, China está interesada en reclamar su lugar en la cima de un nuevo orden mundial, impulsada por una ambición sin límites, prácticas inescrupulosas y tratos sucios.
Estados Unidos es el rival más formidable de China, y las acciones de Beijing dejan claro que pretende superar a Washington no solo económicamente, sino también en las áreas aeroespacial, industrial, médica, científica, tecnológica y militar.
Es nuestro deber como estadounidenses liberarnos de cualquier vínculo que nos obligue a depender de China, e instamos al gobierno de los Estados Unidos y a sus ciudadanos a librar a nuestro país del yugo chino.
1. Cadena de suministro
La República Popular China es nuestra principal fuente de productos importados, lo que genera miles de millones de dólares en pérdidas anuales que podrían utilizarse para estimular la fabricación doméstica y crear una gran cantidad de nuevos empleos.
Año tras año, se vuelve más claro cuánto depende EE. UU. de China en equipos agrícolas, médicos, eléctricos electrodomésticos, materiales de construcción, productos químicos, textiles, productos farmacéuticos críticos, dispositivos electrónicos y muchos otros artículos esenciales.
El COVID-19 (el virus del Partido Comunista Chino), surgido en China, expuso nuestras vulnerabilidades en cuanto a bienes esenciales, de manera tan evidente que tuvimos que recurrir a nuestro principal enemigo comercial para comprar muchos de los suministros de atención médica con que combatir la pandemia.
El gobierno debe actuar para diversificar y priorizar nuestra cadena de suministro con un enfoque en la fabricación doméstica, de manera que las necesidades de nuestro país, o, al menos, los artículos más críticos para responder a situaciones de emergencia, como fue el caso del coronavirus, se fabriquen en casa.
Bajo ninguna circunstancia, Estados Unidos debe depender de ninguna otra nación, y mucho menos de un retador en ascenso como China. No podemos estar a merced de un régimen totalitario que amenaza a nuestros aliados y socios económicos, como Taiwán, y en última instancia busca destruirnos en su camino hacia la supremacía global.
2. Propiedad intelectual
El robo de propiedad intelectual cometido por piratas informáticos chinos le cuesta a EE. UU. miles de millones de dólares al año y se manifiesta en actos de infracción de marcas registradas y patentes, piratería de software y robo de secretos comerciales.
El precio multimillonario del robo podría ser aún mayor si consideramos el beneficio económico a largo plazo de cada artículo robado y los posibles derivados que podrían generarse en forma de grandes datos relacionados con la salud, avances científicos, investigación académica y tecnología de punta.
Sabiendo que China tiene la operación de piratería más grande del mundo y que su objetivo principal es Estados Unidos, el FBI ha identificado este asunto como la mayor amenaza que enfrentamos. No es coincidencia que China sea considerada el líder mundial en productos falsificados y pirateados.
Para enfrentar un robo de esta magnitud, no es suficiente que el gobierno estadounidense ubique a China en la parte superior de su “lista de vigilancia prioritaria”. No basta con perseguir y detener a los culpables aislados. Es necesario detener las filtraciones de datos y las transferencias ilegales de tecnología, librando la batalla contra el ciberespionaje tradicional y las nuevas formas sigilosas de robo.
Estados Unidos debe poner fin al reclutamiento de científicos locales, prohibir el ingreso de personal chino a sus centros de investigación y universidades y poner fin a la actividad de espionaje realizada a través de programas de intercambio y aprendizaje de idiomas, misiones comerciales y cooperación científica. También debe evitar que los proveedores chinos y las empresas ficticias infiltren las corporaciones estadounidenses operativas en suelo nacional.
Estados Unidos no puede seguir permitiendo que los logros de nuestro país caigan en manos de los comunistas chinos, mucho menos que el PCCh reclame estos logros como propios y obtenga ganancias que pertenecen legítimamente a nuestro país. La independencia económica de Estados Unidos debe ir de la mano con el pleno respeto a nuestra propiedad intelectual.
3. Prácticas comerciales desleales
El hecho de que se esté desarrollando una guerra económica entre las dos superpotencias, se debe en gran parte a las prácticas comerciales desleales de China, incluida la falta de transparencia comercial, los aranceles desiguales, las restricciones a las empresas estadounidenses que operan en China y el mal uso de los derechos de propiedad intelectual.
Las políticas comerciales de China son incompatibles con las reglas fundamentales del comercio internacional y, específicamente, con las leyes comerciales de EE. UU.
De hecho, no puede haber igualdad de condiciones cuando China se aprovecha de nuestro talento para crear productos falsificados que terminan compitiendo con los nuestros.
Entre otras consecuencias, estas actividades, que resultan en gran medida de la intromisión de China en nuestras redes comerciales y la transferencia forzada de tecnología a cambio del acceso al mercado chino, se ha ampliado el déficit comercial de bienes con China.
Como miembro de la Organización Mundial del Comercio, China debe cumplir sus compromisos y guiarse por los mismos estándares internacionales que se exigen a todos los países miembros. Pekín no puede encastillarse en su economía estatal en detrimento de la libertad económica, ni puede seguir empleando prácticas desleales que afecten negativamente a las cadenas de suministro y, en consecuencia, a los consumidores.
Es imperativo que Estados Unidos cierre de inmediato cualquier vía que permita a China comunista competir en términos tan descaradamente desleales. La historia de las relaciones comerciales bilaterales está plagada de pruebas del modus operandi chino. No hay compromisos posibles con un “socio” que no juega limpio y amenaza con desplazarnos.
4. Una amenaza a la seguridad nacional
A fin de robar nuestra propiedad intelectual, China ha desarrollado armas poderosas, en particular, aquellas basadas en tecnología de pulso electromagnético (PEM), que incluyen ojivas nucleares basadas en tierra y mar, misiles que pueden viajar a cinco veces la velocidad del sonido y satélites que puede pasar años gravitando en el espacio.
Un estudio realizado por EMP Task Force on National and Homeland Security encontró que China podría piratear la red eléctrica de nuestro país para cerrar las redes telefónicas, las centrales eléctricas, los dentros siderúrgicos y, sobre todo, los satélites y los portaaviones de EE. UU.
Al provocar un corte de energía a gran escala, China podría desplegar su armamento y lanzar un ataque nuclear, sacar nuestros portaaviones y reemplazar los satélites de EE. UU. por los suyos para neutralizar nuestra capacidad defensiva, cumpliendo así su doctrina militar y sus aspiraciones de hegemonía global. .
La situación es aún más sombría si consideramos las ganancias de China en el ciberespacio, un nuevo dominio de guerra no tradicional. Hay que recordar que China se prepara para controlar las redes de datos a través de su Digital Silk Road y la tecnología 5G. Si tiene éxito en hacerlo, China será, indiscutiblemente, la principal potencia del mundo.
La vigilancia de la seguridad nacional debe priorizarse con carácter urgente. Y si el robo de secretos comerciales por parte de China no fuera suficientemente grave, su robo de datos y tecnología militar es aún más grave. Esta es otra gran razón, si no la más importante, para que nos separemos completamente de China.
5. Un nuevo orden mundial
Las acciones ilegales y sin escrúpulos de China contra Estados Unidos tienen un único objetivo: convertirse en la potencia hegemónica global y tomar el timón de un nuevo orden mundial, incluso si eso significara utilizar los propios logros del talento estadounidense para avanzar en todos los campos.
China es ahora el principal fabricante y exportador de productos del mundo.
Tiene el monopolio de la fabricación de artículos de alta tecnología. Ha alistado a 146 naciones en su iniciativa Belt and Road. Maneja una cuarta parte de la red de fibra óptica submarina del mundo, que se utiliza en el 95% de las comunicaciones internacionales. Según el Departamento de Estado de EE. UU., China tiene la armada más grande del mundo.
Como parte de su campaña para acabar con la supremacía estadounidense, China también está llevando a cabo una iniciativa conocida como “Hecho en China 2025”, una hoja de ruta industrial financiada con un presupuesto multimillonario.
Su propósito es fabricar productos y brindar servicios de alta gama para competir con los EE. UU. en sectores clave, particularmente en aeroespacial, electrónica, tecnología, productos farmacéuticos, fabricación de automóviles, tecnología de la información y robótica.
El objetivo primordial de China es convertirse en el líder mundial en innovación para 2045.
Si, para entonces, tiene una posición dominante en tecnologías de punta, que impactan directamente en el crecimiento económico e impulsan el desarrollo militar, estará mucho más cerca de destronar a los Estados Unidos y encabezar el nuevo orden mundial.
Washington es consciente de las ambiciones de Pekín y de su papel geopolítico cada vez más destacado. Sabe que se enfrenta a un gran desafío. Por lo tanto, debe continuar trabajando para frustrar cualquier objetivo chino pernicioso que pueda socavar nuestra influencia en el escenario internacional.
Por todas las razones expuestas anteriormente, Estados Unidos debe trabajar para desvincularse del régimen comunista de China. Nuestro país no debe seguir manteniendo políticas diplomáticas o comerciales con una nación en la que no puede confiar, que nos espía, roba lo nuestro y nos amenaza descaradamente.
Así como en 1776 nos liberamos del imperio británico para comenzar a construir el gran país que tenemos hoy, ha llegado el momento de romper todos los lazos que nos unen a China. Usemos este conflicto como combustible en nuestro deseo de independencia. Asumamos nuestra emancipación de China y hagámosla realidad. Estados Unidos, la superpotencia mundial que tanto nos enorgullece, debe ser completamente libre.