José ‘Joe’ Román Abreu
Exalcalde de San Lorenzo
Expresidente Asociación de Alcaldes de Puerto Rico
Al paso de los años muchos de nuestros conciudadanos han dado por tomar distancia de nuestra ley fundamental, la Constitución del Estado Libre Asociado de Puerto Rico. Atrás ha quedado nuestra tradición de celebrar, cada 25 de julio, la revolución pacífica que transformó nuestro pueblo y nos permitió el diseño y ejecución de los más efectivos programas de justicia social con los que ha contado nuestro pueblo.
No tenemos la menor duda de la influencia que han tenido en nuestras filas las recientes decisiones del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, las reiteradas expresiones de miembros del Gabinete Presidencial y del Congreso de los Estados Unidos, enfatizando en la condición territorial de Puerto Rico, todo lo cual ha menoscabado, ante las nuevas generaciones, el valor de nuestra Ley Suprema.
No estoy ajeno a la realidad del devenir político de nuestro pueblo. Mantengo abiertos los ojos y el entendimiento a la realidad política que vive en el presente nuestro pueblo. He señalado puntualmente el víacrucis que la Junta interventora nos ha hecho vivir a todos y las duras condiciones que nos restan por experimentar ante las dificultades, las propias del sistema y las auto infligidas por la ausencia de previsión o las ambiciones de unos pocos, que la realidad fiscal de la Isla experimenta.
Sin embargo, no puedo echar al olvido todo lo que ha sido posible construir, todo lo que nuestro ha superado, todo lo que hemos avanzado, partiendo del contenido, en materia de deberes, obligaciones y derechos que estableció nuestra Constitución. La madurez democrática, el valor del voto, la organización de nuestra vida cívica, la preservación de nuestra cultura, el ordenamiento civil, las relaciones con los Estados Unidos y el resto del mundo, han estado fundamentados en la Constitución del Estado Libre Asociado.
El papel que dicho documento ha cumplido en nuestra formación social, redactado por un destacado grupo de puertorriqueños y aprobado mediante el voto directo del pueblo, no puede ser ignorado y echado al olvido. Las vivencias y experiencias políticas, sociales y económicas que se desarrollaron por los pasados 70 años constituyen la zapata sobre la cual se construirá el futuro de Puerto Rico.
Se hace pues necesario, examinar críticamente todo el potencial que se ha materializado partiendo de nuestra Ley Suprema.No para quedarnos paralizados o embelesados ante los logros o frustrados ante los fracasos y las limitaciones, sino para avanzar en la construcción del Puerto Rico que demandan los tiempos y las circunstancias presentes.
Mi llamado al pueblo puertorriqueño es a no echar al olvido lo que hemos avanzado bajo el ordenamiento constitucional que nos cobija, a reconocer nuestros avances en la educación, en la salud, en la superación de la miseria, en la justicia social, en el desarrollo industrial, en el comercio, y en cada instancia de nuestra vida colectiva como pueblo que valora los principios democráticos y el balance de poderes que en la Constitución se establece.
¡Cómo echar al olvido que la Constitución nos garantizó el pleno derecho a un gobierno propio! Tampoco podemos echar al zafacón del olvido nuestra Carta de Derechos. Es impropio de un pueblo que se estima y que aspira a realizaciones mayores, desconocer y no celebrar sus logros mayores. La Constitución del Estado Libre Asociado de Puerto Rico abrió la puerta a una relación de mayor entendimiento con los Estados Unidos.
En este momento crucial que vive Puerto Rico es fundamental que sepamos de dónde hemos venido, cuánto hemos avanzado y sobre cuales cimientos vamos a construir nuestro futuro. Conocer, valorar, analizar críticamente nuestra Constitución y reconocer sus alcances y limitaciones es punto de partida obligatorio para establecer nuestro norte político futuro. No podemos permitir que este próximo 25 de julio nuestra Primera Ley quede sepultada sin el reconocimiento y la valoración que en justicia demanda.