Aunque confundir autismo con apraxia no causará la muerte de ningún niño, si afectará totalmente su vida presente y futura.
Por Nellie Torres de Carella, patóloga del habla y lenguaje
Directora, Instituto Fonemi de Puerto Rico
San Juan, Puerto Rico – Las consecuencias de confundir diagnósticos pueden ser terribles en la vida de un niño: un tratamiento equivocado y, por ende, un progreso mínimo, si alguno. Además, cada diagnóstico conlleva necesidades diferentes, por ende, se debe proveer una ubicación escolar que tome en consideración las particularidades de cada uno al momento de aprender. La ubicación escolar idónea solo ocurre si el diagnóstico es el correcto. Aunque confundir autismo con apraxia no causará la muerte de ningún niño, si afectará totalmente su vida presente y futura.
No podemos imaginarnos que un médico diagnostique a un paciente cardiaco erróneamente y le diga que su problema es uno de reflujo estomacal. Las consecuencias serían desastrosas porque la vida del paciente estaría en juego.
Definiciones: ¿De qué estamos hablando?
El trastorno del espectro autista (TEA) es un desorden del desarrollo de índole neurológico que afecta adversamente la manera en la que un individuo percibe su ambiente y socializa con otras personas, lo que causa problemas significativos con la interacción social y la comunicación.
Mientras, la apraxia del habla infantil (AHI) es un trastorno motor del habla en el cual los niños tienen dificultad para planificar, coordinar, secuenciar, producir y combinar los movimientos orales necesarios para producir fonemas, sílabas, palabras, frases y oraciones. Su origen es también neurológico.
¿Por qué se confunden esos diagnósticos?
Una de las características del diagnóstico de autismo es la dificultad con la comunicación, algunos pueden tener 5 años y aún no se comunican verbalmente, o producirán un tipo de jerga repetitiva, siempre usando los mismos sonidos del habla, que resulta incomprensible.
De forma similar, hay niños con apraxia que, de recibir un diagnóstico equivocado y, como consecuencia, un tratamiento inadecuado, pueden llegar a los 5 años sin poder comunicarse verbalmente de forma que se les entienda. Solo sus familiares los entienden, y en ocasiones, ni siquiera ellos comprenden lo que dicen.
Ambos niños llegarán a Kínder con una comunicación verbal limitada y, por desconocimiento sobre el diagnóstico de apraxia, se asumirá que ambos son niños con autismo. Como consecuencia, podrían ubicarse en el mismo grupo de educación especial: un grupo para niños con autismo. Esto condenará al niño con apraxia a pasar año tras año sin que se le trabaje su dificultad particular de la forma adecuada.
¿Cómo se diferencian ambos diagnósticos?
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Generalmente el niño con autismo tiene dificultad con la pragmática, con la comunicación social, inclusive con la destreza de intención de comunicación. Suelen comunicarse por necesidad o por algo de sumo interés. Mientras, el niño que tiene apraxia quiere comunicarse, se frustra porque no logra hacerse entender; es un niño muy social.
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El niño con autismo frecuentemente tiene dificultad con la comunicación no verbal, como gestos para señalar, afirmar o negar con la cabeza y expresiones faciales que expresen un mensaje. Por el contrario, el que tiene apraxia domina el lenguaje no verbal, se ayuda con gestos y hasta desarrolla algunos en su afán de hacerse entender.
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La dificultad con el contacto visual, con mirar a las personas a los ojos, es común dentro del diagnóstico de autismo, pero no en la apraxia.
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Los problemas de conducta son comunes en ambos diagnósticos, pero en autismo son secundarios a un trastorno de procesamiento sensorial. Suelen presentar conductas atípicas, repetitivas, como el aleteo de manos, los gritos constantes y la tendencia a dar vueltas, o darle vuelta a los objetos, entre otras conductas. Sin embargo, los problemas de conducta de los niños con apraxia surgen por la frustración de no poder comunicarse, son más bien la típica rabieta o llanto al no poder conseguir lo que desea porque no logra hacerse entender.
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Dificultad con las destrezas pre lingüísticas son comunes dentro del diagnóstico de autismo. Estas se desarrollan desde antes del año y son indicadores de que hay un desorden del desarrollo. Una de ellas es la destreza de imitación. Los niños con autismo presentan una dificultad general significativa con la destreza de imitación en todas sus variables, mientras los niños con apraxia tienen buenas destrezas de imitación, excepto al intentar imitar el habla: sonidos del habla, sílabas, palabras, frases y oraciones. En términos generales, contrario a los niños con autismo, los que tienen apraxia niños dominan los precursores lingüísticos.
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Aunque ambos niños producen un habla ininteligible, el niño con autismo produce una jerga sin propósito comunicacional, solo para estimularse auditivamente. Lo contrario ocurre con el niño con apraxia, que produce la misma con la intención de comunicarse, intentando expresar lo que desea, siente o piensa.
¿Puede un niño tener los dos diagnósticos?
Sí, lo cual complica aún más el cuadro. En estos casos el autismo es el diagnóstico primario porque es el que más afecta el desempeño de los niños por la complejidad del mismo. Cuando esto ocurre, el pronóstico de que desarrollen comunicación verbal es reservado, no porque tienen la dificultad con el planeo motor verbal, con producir los sonidos y las palabras, sino porque a esto se une a una dificultad con la intención de comunicación, con querer comunicarse socialmente.
¿Cómo se puede evitar esta tragedia?
La orientación es la clave para que se conozca más el diagnóstico de apraxia del habla infantil y así no se confunda con ningún otro. Esta responsabilidad es de todos, empezando con los que tenemos especialidad en trastornos de la comunicación (patólogos y terapeutas del habla y lenguaje) porque somos los llamados a hacer el diagnóstico (los patólogos del habla) y a orientar a los padres sobre las necesidades de estos niños. La responsabilidad es también compartida con los pediatras y los profesionales que atienden a la población de niños de educación especial, como psicólogos, terapeutas ocupacionales, maestros y neurólogos.
No todo problema severo del habla, de comunicación, es por la presencia de autismo. La apraxia es tratable y se puede superar con el tratamiento especializada para ese diagnóstico si lo recibe a tiempo. Los niños con apraxia suelen presentar dificultades para aprender a leer y escribir, sin embargo, ellos pueden aprender si se ubican en una escuela con un currículo diseñado para estudiantes con ese diagnóstico.
En el 2019 en Puerto Rico se firmó una ley para declarar el 14 de mayo de cada año como el día de concienciación de la apraxia del habla infantil, pero todo se ha quedado en papel. Es momento de crear conciencia social de lo que es la apraxia, de las necesidades particulares y retos de estos niños que no tienen voz, que no cuentan con la capacidad verbal para protestar y decir basta ya.
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La autora es patóloga del habla y lenguaje y directora del Instituto Fonemi de Puerto Rico y su Academia Fonemi. El Instituto Fonemi de Puerto Rico es una institución terapéutico-educativa que utiliza los programas modalidades y técnicas de terapias más efectivas, como la terapia sensorial auditiva Tomatis, la terapia oral-motor, la terapia para apraxia del habla infantil y la de alimentación, para ayudar a niños y jóvenes con diversos desórdenes de desarrollo o diagnósticos a superar muchas de sus dificultades. Ha desarrollado un programa integrado e intensivo para niños con problemas de lectura, escritura y para apraxia del habla infantil. Para información, llama al 787-774-1163 / 1164, o escribe al correo electrónico info@fonemipr.com. o entra al portal www.fonemipr.com.